Durante décadas, los clubes culturales fueron el alma de los barrios: semilleros de artistas, espacios de resistencia y centros de encuentros comunitarios. Hoy, muchos sobreviven apenas con lo esencial, sus nombres entre edificios deteriorados, falta de apoyo y el éxodo de sus promotores culturales.En su época dorada, estos colectivos no solo ofrecían recreación: eran trincheras de formación crítica, de acceso a la lectura, al arte, teatro y a la conciencia social. Algunos resistieron incluso en medio de la represión política. Ahora, con menos visibilidad, luchan por no desaparecer del todo ante el enfoque en las competencias deportivas y las ligas. A nivel nacional existen más de 500 clubes registrados como deportivos y culturales, pero el componente artístico ha perdido terreno. En la práctica, muchos se han volcado exclusivamente al deporte. “La mayoría de los clubes se identifican como deportivos y culturales, pero en realidad son pocos los que mantienen una oferta cultural real”, explicó Jesús Roberto, encargado legal de la Federación de Clubes (Fedoclubes). Agregó que: “algunos tienen poesía coreada, teatro o danza folklórica, pero no es algo estructurado ni constante, es más una formalidad que una práctica sostenida. Donde todavía se ven clubes verdaderamente culturales, con una base sólida en arte y formación, es en las provincias”, dijo. Esa transformación ha sido impulsada por la falta de presupuesto para actividades culturales, el cansancio escolar y las jornadas extendidas, así como el auge de las pantallas y la desidia estatal, desplazando las tradiciones barriales. “Si no rescatamos su esencia, estamos dejando a la juventud sin herramientas para pensar, decidir y construir una vida digna”, advirtió Tomás Ramírez, veterano dirigente del Club San Carlos, uno de los más emblemáticos del Distrito Nacional. Resisten a la desaparición https://resources.diariolibre.com/images/2025/08/08/club-hector-j-diaz-1d89d8ba.jpgClub Héctor J. Díaz. (DIARIO LIBRE/DARE COLLADO)A pesar del abandono generalizado, algunos clubes se niegan a rendirse. Entre ellos, La Casa de la Cultura Villa Faro, el Club Mauricio Báez y la Asociación de Grupos Culturales y Deportivos de Gualey (Agrocudegua).Este último sobrevive con dos grupos de baile y clases de artes marciales, a base de vocación, debido a que muchos profesores han migrado a fundaciones con mejores condiciones.Así, la Casa de la Cultura en Villa Faro que se mantiene de actividades artísticas, pero sufre abandono institucional. Mientras en San Carlos, otro bastión histórico, la situación es diferente. Su tradición como centro de pensamiento y arte ha quedado sepultada bajo el peso de las ligas deportivas. “Aquí se recitaban versos, se montaban obras de teatro, se debatía sobre la realidad del país, no era solo jugar baloncesto”, recordó Ramírez. Un rescate a la esencia cultural Los dirigentes de estos espacios consideran que los clubes barriales no necesitan discursos ni medallas, sino respaldo real, presencia del Estado, y políticas culturales que reconozcan su historia y su valor comunitario. Así también profesores con salarios, pensiones dignas a estos promotores olvidados, edificaciones seguras, materiales básicos, programas continuos. Según señalaron los clubistas mientras se celebran eventos nacionales de arte o deporte, en los barrios se apagan espacios donde antes se formaban ciudadanos críticos, lectores, artistas, líderes sociales y políticos. Por tal razón, puntualizaron que rescatar la esencia cultural de los clubes socioculturales no es nostalgia, sino una una urgencia social. https://resources.diariolibre.com/images/2025/08/08/club-san-lazaro-4087e598.jpgClub San Lázaro. (DIARIO LIBRE/DARE COLLADO)